lunes, 18 de abril de 2011

De la Editorial

Ponemos la palabra como primer engranaje, primer movimiento cual enaltece la figura que oxida el silencio de la sociedad como principio. Un niño, una nueva manera de atacar lo real, lo que nos supera.

¿Por qué el daño? ¿Por qué la estructura? Porque somos órganos desparramados de zócalo anónimo. Somos el inicio de diálogos egocéntricos, hablamos las verdades y las mentiras de un mundo contingente: En el cuerpo, en los procesos, en el trauma social, en el proceso que viene y se va. En las máscaras perdidas por la renovación como premisa.

¿Quiénes somos? Extraños. Ajenos y observantes del acoso de los otros en nuestra otredad. Somos desconocidos de diferentes tintas que nos parecen familiares y oímos con atención, un estado previo a las palabras condensadas en la producción de más palabras. Capataces del lenguaje, esclavistas tal vez, pero no por ambición, sino por necesidad.

La ruptura será nuestro eje motor, y llegaremos a ello a través de la práctica, arrojándonos al vacío, chocando con nosotros, pues no somos los primeros en poner la poesía como eje motor, pero nuestra inquietud joven desafía el conocimiento, con la intención de aprehenderlo.
Somos seis, y a veces uno, y a veces miles: miles de cosas, miles de letras, miles de intenciones que no sabemos y se esconden de los tipeos. De las etiquetas y de mandar la nada al carajo. Queremos algo, algo que no sabemos, algo que aún no conocemos, pero lo queremos ahora y lo buscamos en el oficio de desvirgar las páginas en blanco.